Las razones últimas por las que se vota son múltiples, pues se entremezclan distintas cuestiones en la decisión de cuál candidato rayar en la papeleta a depositar en la urna. Vota usted por lo que dice el partido; los medios de comunicación; la propia conciencia o el bolsillo? Cuál elemento le influye más?
Además de los factores ya mencionados, la condición social, la experiencia educativa, la tradición ideológica familiar, la coyuntura económica del momento, la avalancha informativa de cada día y el conjunto de marcos mentales o, simplemente las redes sociales (familiares, amigos, etc. a partir de que en su mayoría los grupos primarios tienen el mismo voto, piensan
muy parecido frente a determinados temas y están afiliados al mismo partido) inciden igualmente en la decisión de un individuo frente a una propuesta electoral.
Esta amalgama de posibilidades hace que sea complejo establecer qué motiva al ciudadano a votar por una u otra opción. Es importante retrotraer los modelos básicos que fundamentan este proceso e irse a Lazarsfeld, Berelson y Gaudet, quienes afirmaban la tesis de que el individuo escogía dependiendo de su condición social; que su ideario se consolidaba asimismo por esa pertenencia a determinada sociedad, territorio, economía, raza, etc. y por tanto sus
procederes electorales cruzaban el umbral de las características demográficas, económicas y sociales.
Es decir, los datos como edad, sexo, nivel de ingresos y de educación, religión, vivienda y otros, se armonizan con el acto de votar y sus resultados, puesto que se relacionan los comportamientos con las condiciones sociales. Este tipo de voto se ha identificado como sociológico o identitario.
Por otro lado, está la conducta electoral llamada psicológica o ideológica, que plantea que los ciudadanos votan preferentemente por sus ideas, es decir, no tanto por lo que son, sino por lo que creen ser. Campbell desarrolló esta teoría y sostenía que la identificación partidista puede convertirse en un mecanismo psicológico tan fuerte para la persona, que incluso le lleve a reinterpretar la actuación negativa del partido o del candidato, buscando casi justificarle al
señalar siempre un enemigo externo que sólo busca desprestigiar.
El prejuicio al que obliga su identidad incluso permite que con la filiación partidista el elector tome decisiones electorales sin necesidad de conocer profundamente los asuntos políticos, por lo que vendría a ser más un acto de fe.
No obstante, es obvio que las formas de actuar no son homogéneas ni las convicciones inamovibles. Por ejemplo, cada vez son menos los adeptos de la ideología progresista, pues van acercándose al centro, lo que tantas veces ha resultado ser un fracaso porque aleja de las bases, echa a un lado la autenticidad y resta crédito a los valores y temas que por costumbre han sido defendidos por el progresismo.
Por último, se habla del voto racional o económico, una línea de análisis acerca de los comportamientos electorales basada en los factores materiales. Downs representa este pensamiento y partió desde la hipótesis de que la ciudadanía decide en función de los beneficios que piensa recibir de los nuevos partidos y candidatos; en síntesis, usa su voto para premiar o castigar a partir de lo que le generó (más en caso de una reelección) o generaría cada victoria.
Electorados sofisticados responden a este modelo, cuya promoción llega por los debates dominantes en la agenda pública (voto temático) en esencia. Ellos votarían a quienes representen mejor sus intereses, ya que por estar bien informados y tener sus propias posiciones sobre los temas, puede exigir más; votan a quienes defienden “lo suyo”, luego de considerar si están capacitados para asumir esa representación. En adición a esto, están estrechamente vinculados a los climas de opinión generados por las portadas de los periódicos
y demás contenidos de radio y televisión.
Lo sorprendente no es que este prototipo de tendencia en el comportamiento se considere que está en alza ya que, tal y como evoluciona la sociedad, es lo abunda alrededor. Y… continuará avanzando como consecuencia de las divisiones sociales por el progreso del estado de bienestar, por el debilitamiento de las identificaciones partidistas, la infidelidad ideológica y el crecimiento de la desafección política, entre otras causas.
Respecto a la democracia, está demostrado que la conducta electoral concreta encaja más adecuadamente en modelos mixtos. La tendencia actual es utilizar modelos diversos con planteamientos metodológicos interdisciplinares y admitir que tales esquemas pueden estar funcionando de modo simultáneo en un mismo proceso electoral.
Dra. Lucivel Ávila, phD en comunicación social, empresarial y política.